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LA LLEGADA AL IMPENETRABLE-Los menonitas del Chaco

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Cuando la República del Paraguay tenía 116 años de vida independiente, un primer grupo de menonitas llegó al Chaco (1927) para iniciar la colonización, que después de duras luchas por la supervivencia iba a cambiar poco a poco la cara del llamado “infierno verde”. La zona hoy día produce alimentos para la exportación y es fuente de trabajo para miles de personas de diferentes culturas.
El Chaco fue sacudido por una especie de sueño de la “Bella Durmiente” del bosque, como lo ha calificado el escritor menonita Peter P. Klassen. Ocurrió a fines de la década del 20, cuando empezaron a inmigrar menonitas a la región, en diferentes olas hasta 1947. A Loma Plata llegaron primero 1.720 personas, a Filadelfia 2.015 y a Neuland 2.300. Después creció la población menonita, alcanzando hoy 15.000 personas, asentadas en colonias que durante décadas se auto administraron como municipios independientes.
Durante las primeras décadas, la lucha fue solo por la supervivencia en el Chaco, varios abandonaron la región convencidos de que era imposible radicarse aquí, muchos fallecieron principalmente por epidemias y enfermedades prevenibles.
También hubo muertos por expediciones al monte chaqueño, accidentes de trabajo como excavaciones de pozos y en algunos casos por asaltos de los ayoreos.
Muchos menonitas sacrificaron su vida en el Chaco, creyendo en la colonización. Un grupo de ellos eran refugiados de la Unión Soviética comunista, donde habían perdido sus bienes y se había prohibido la enseñanza religiosa, fueron deportados a campos de concentración en Siberia, donde trabajaron con temperaturas de 50 grados bajo cero, sin volver nunca.
Un nuevo hogar
El Chaco se convirtió en un nuevo hogar, aun con todas sus hostilidades. Comenzaron a trabajar la tierra, plantando maní y algodón, junto con varios comestibles en la huerta. La superficie aprovechada era el campo abierto que abarcó tan solo un 15% de la tierra.
Cuando en los años 60 los créditos otorgados permitían la mecanización progresiva, se comenzó a desmontar tierras para la ganadería, que se ha convertido hoy día en el pilar del desarrollo del Chaco.
Los frigoríficos de las cooperativas Chortitzer Komitee, Fernheim y Neuland faenan 360.000 animales vacunos por año, el 80% de esta carne es exportada a exigentes mercados del mundo.
Aquí se produce e industrializa más de 110 millones de litros de leche anualmente. La superficie cultivada con rubros como maní, sorgo, sésamo, algodón y tártago alcanza unos 25.000 a 30.000 hectáreas cada año.
El Chaco Central cuenta con cinco hospitales privados, colegios y centros de capacitación, hogares de ancianos, seguros médicos y después de ocho décadas de vida en el Chaco, pobladores de trasfondo migratorio practican deportes de lujo como las carreras motorizadas, el tenis o la aviación. En la actualidad el Chaco parece ser un oasis.
El “secreto” del desarrollo
Muchas veces se ha preguntado cuál es el “secreto menonita” al desarrollar el Chaco. Y responden ellos que no existe tal secreto, solamente se hacen las cosas como se debe. En el centro de Filadelfia un monumento proclama con sus tres pilares convicciones fundamentales de la sociedad: fe, trabajo, unidad.
Protagonistas silenciosos
Los indígenas, especialmente aquellos que vivían en zona de los primeros inmigrantes, como los enxet (lengua norte) y nivaclés, quienes se acercaron del Pilcomayo, son protagonistas silenciosos del desarrollo del Chaco Central. No resistieron a la inmigración menonita y el relacionamiento entre ambos grupos era relativamente pacífico, desde el primer momento.
Antes de esta inmigración, una delegación menonita había inspeccionado el lugar en 1921 y contactado con algunos líderes.
El gobierno nacional, la empresa Carlos Casado (que vendió las tierras) y los líderes menonitas sabían de los lengua norte en territorio de la colonización. Los enxet, por diferentes razones, no solo eran pacíficos, sino que mostraron a los inmigrantes cómo moverse en el monte.
Después, al acercarse más y más indígenas a las colonias en procura de alimentos y protección, los nativos se convirtieron en una permanente mano de obra disponible para los colonos.
Asistencia a aborígenes
El creciente número de aborígenes motivó a las colonias a crear ya en la década de los 60 una oficina de asistencia, que después se convirtió en la Asociación de Servicios de Cooperación Indígena Menonita (ASCIM).
Después de 50 años de relacionamiento trabaja con 12 asentamientos indígenas agrícolas, con 12.000 nativos, sobre una superficie de tierras aseguradas y tituladas de 123.000 ha, con 27.000 ha bajo pasturas, 12.000 animales vacunos y agricultores que cosechan cultivos de renta como sésamo y porotos.
La ASCIM supervisa 56 escuelas nativas que cuentan con 4.643 alumnos. En Yalve Sanga existe un hospital, con un plan de trabajo descentralizado para la prevención sanitaria en cada asentamiento y más de 23.000 aborígenes cuentan con una ayuda mutual hospitalaria básica (AMH).. (Marcia Klassen)

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