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Ni chespi ni porro, nuestro real drama es la cerveza

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En materia de lucha contra las drogas, el verdadero drama del Paraguay no pasa por la marihuana, el crac ni la cocaína. Nuestra realidad es mucho más simple que eso. Por ende –¡oh, paradoja!–, mucho más difícil de asumir y afrontar.
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La problemática no se da, pues –al menos no de manera prioritaria– con el consumo de las drogas ilícitas, sino de las lícitas. Y por eso mismo, por ser lícitas, es que la situación es más compleja de abordar, porque cuenta con una desenfadada tolerancia por parte de la sociedad.

Nuestro principal drama es el alcohol, deberíamos reconocerlo. Y en este ámbito, la verdadera catástrofe pasa por la cerveza, por lejos la bebida espirituosa más consumida en el Paraguay.

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Para sustentarlo me baso en dos estudios. Uno, el de la propia Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), que en su página web incluye un informe según el cual «el alcohol, es sin duda alguna, la droga de mayor consumo y que más consumidores tiene en todo el mundo. Es también la droga que ha producido y sigue produciendo mayor cantidad de enfermos y que más recursos emplea en la rehabilitación de los drogodependientes que ocasiona».

Ahora bien, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Paraguay es el cuarto país con mayor ingesta de alcohol en América Latina, llegándose a consumir hasta 8,8 litros per cápita. De acuerdo con fuentes autorizadas, Paraguay vende unos 230 millones de litros de cerveza, por un valor aproximado de 500 millones de dólares anuales.

Según la OMS, la cifra de muertes causadas en el mundo por el consumo de alcohol es de 300.000, generando unas 200 enfermedades, incluidas la cirrosis y ciertos tipos de cáncer.

En nuestro país, el alcohol es una de las principales causas de violencia doméstica intrafamiliar, en cualquier clase social. Amén de la disfunción familiar que genera, produce miles de mujeres golpeadas al año –la mayor parte de los casos no se denuncian– y deja un tendal de niños con severos traumas sicológicos, cuyas secuelas se harán sentir a lo largo de sus existencias.

Frente a este verdadero drama, se preguntará usted, amable lector, ¿qué hace el Estado? Y le respondo con relativa facilidad: Absolutamente nada. Salvo parar en las rutas a alguno que otro conductor en visible estado de ebriedad, el Gobierno no tiene ninguna política para reducir el consumo de alcohol, ni siquiera indirectamente, a través de importantes cargas impositivas.

Es que en Paraguay somos especialistas en eso de esconder la basura bajo la alfombra y evitar hablar de los temas que verdaderamente nos afligen como sociedad. Vivimos, como hace cien años, de las apariencias y el autoengaño.Por Adrián Cattivelli –UH

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